De animales a nubes

Pink Floyd – Animals (1977).

Se recomienda leer escuchando Dogs, de Pink Floyd.
Tiempo de lectura: 
17 minutos con 5 segundos.

Los perros ladran en la madrugada. Como dice ese cuento de Rulfo: "¿No oyes ladrar los perros?". Se escucha muy claro desde la ventana. Yo escribo esta prosa en tiempo presente del indicativo. En mis auriculares suena Dogs, de Pink Floyd, una canción preciosa como el cielo que dura 17 minutos con 5 segundos. Me propongo escribir sin estructura, sin ideas, durante 17 minutos y 5 segundos.

Los gatos discuten en el techo de mi casa. No sé si logre escribir algo. Le saco puntas al lápiz, busco hoja y borrador. Hace mucho que no hago esto de escribir sobre hojas de papel. Ahora más bien se siente como caminar sobre nubes de un cielo regado por el sol de enero. Pienso en figuras retóricas, imágenes literarias, en ritmo, tempo y cadencia, pero me doy cuenta de que ciertamente yo nunca fui un escritor enamorado de los recursos literarios. No me salen tan fácil, porque creo que tengo un estilo más bien sencillo, seco, tranquilo, lineal, plano, "entendible". Siempre quise escribir para ser entendido, nunca busqué dar la impresión de escribir muy bien. Esto suena a excusa, pero no me importa.

Los perros comenzaron a aullar. Asumo que alguien estará por morir. Ciertamente, ¿qué clase de escritor se supone que soy? Para empezar, ¿soy un escritor? Me parece que no. Más bien soy un profesor que escribe en sus ratos libres. ¿Al menos soy realmente docente? Eso sí, definitivamente. Mmm, creo que nunca encontré un equilibrio entre la modestia y la pedantería. Siempre fui o muy modesto o muy soberbio entre bromas. Ambas cosas caen mal. Pero sí, soy docente. Uso trajes, preparo mis clases y comparto mis enseñanzas con jóvenes llenos de ilusión; además, me pagan por hacer eso y por investigar según ciertas líneas de investigación. Pero nadie de la universidad sabe que, la verdad, yo haría todo eso aunque no me pagaran, así como creo esta prosa por puro gusto. Y qué bien se siente, después de tantos años de no escribir...

Los gatos ya no pelean en el techo. Todavía no escribo algo que me guste. Solo hago garabatos y la canción ya va en el minuto 8. Mientras pienso qué escribir, leo que el Album "Animals" fue inspirado por la fábula política de George Orwell, Rebelión en la granja. Qué interesante. Bien, estuve calentando la tinta del bolígrafo en agua hirviendo (dejé el lápiz porque se me rompió la punta). Siento cómo la literatura vuelve a mis manos, porque el tiempo se respeta, pero lo que uno ama nunca se abandona. Es como cuando volví al kung fu. La literatura se siente como una especie droga, como el éxtasis, supongo, porque ahora mismo me tiemblan bastante las manos. No soy escritor, pero amo la literatura, amo la música y amo esta etapa de mi vida. Solo mamá sabe lo mucho que me esforcé para estar sentado acá un domingo de madrugada sin preocupaciones. Solo mamá sabe las veces que tuve que morir para renacer y encontrar el espíritu que yo buscaba, los cielos que siempre quise volar, las cartas indicadas que debían llegarme alguna vez desde ese mazo injusto. Al fin, por Dios. Al fin las cartas vinieron bien.

Los perros siguen ladrando. Ahora sí estoy escribiendo. Estoy escribiendo sobre mí, sobre mi forma de ver la vida. Me doy cuenta de que estoy a punto de escribir sobre las cosas malas que me han pasado, pero yo no soy esa clase de persona. Ya publiqué una prosa sobre eso. Yo no soy víctima, nadie me causa ningún daño. Y si así fuese, no lloraría por acá mis pesares. En el 2017 leí "Sobre la brevedad de la vida" de Séneca... Qué librazo es, honestamente. Desde que leí ese libro intento no desperdiciar mi vida con pensamientos estúpidos. Ese libro me recuerda al tema "Time" de Pink Floyd. Esa canción es dura si estás perdiendo el tiempo. El punto es que no soy víctima. De ser víctima, habré sido víctima de víctimas. Más bien creo que he sido bendecido y que mi concierto recién está comenzando. Todo este tiempo estuvieron los teloneros. Ahora se viene la banda principal. Y me encanta lo que estoy viviendo, porque estoy haciendo exactamente lo que planeé hacer hace 8 años.

Los gatos se reconciliaron. Sonrío mientras dibujo este texto, porque acabo de darme cuenta de que mi posición está mejorando poco a poco, que mis piezas se van ordenando, mi estructura de peones se ve armónica y que el tablero se presta para tantas tácticas. El placer de un jugador posicional se presenta a través del concepto del espacio, la ubicación y la coordinación de las piezas. Me siento Karpov en 1984, dejando 5-0 a Kasparov en la partida 27. Yo soy ese mismo jugador que nació enfermo y fue encerrado durante su infancia para no morir. Como no podía salir y correr con otros niños, sus padres decidieron comprarle un juego de ajedrez para que pudiera entretenerse. Si los demás supieran, si los demás supieran.

Los perros dejaron de ladrar. Se está por acabar la canción. Debo dormir, pero no voy a dormir. Dormí demasiado antes de nacer. Y naturalmente luego de morir voy a volver a dormir por algún tiempo. Quién sabe, pero ahora quiero estar despierto y atento, sobrio y lúcido, con una mente que pueda sumar y restar a toda velocidad. Ciertamente, este tema del mundo onírico es curioso. Hay una entrevista o mesa reonda en la que Roa Bastos, Cortázar y Saer hablan sobre eso. Qué tipos más interesantes. "Mirar el río, hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua", como dice Borges. Hablando de literatura, desde hace unos meses estoy leyendo a Alejandra Pizarnik. Qué poesía tan cargada de dolor y de vida. Me habría encantado concerla y escribir con ella... pero lo que escribo es tan rídiculo en comparación con lo que ella escribía. En muy pocas palabras rebosaba de poesía con lo que escribía. Supongo que eso la ahogó, tal vez su poesía era demasiado sincera para este mundo cubierto de cáscaras. Su tinta era espesa. Me acordé de ella y acabo de releer "Despedida".

Despedida

Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.

Me pregunto si puedo escribir como ella. Intento. No puedo. Quisira ser Pizarnik, pero soy Milson De Jesús. No importa, porque ahora solo quiero estar despierto, solo quiero dormitar mientras escucho un concierto de Radiohead. Ahora mismo quiero pintar y darle color a las películas en blanco y negro. Me siento un pintor del expresionismo. Creo que soy Edvard Munch, pintando "La niña enferma" de 1886. Yo deseo nadar en todos los ríos de este planeta. Yo anhelo que me quieran, admito. No me da vergüenza aceptar que me gusta ser abrazado y que a la gente le guste estar conmigo. Quiero una taza de chocolate mientras sueño con arreglar el mundo, como cuando era adolescente y adolecía de idealismo. De repente me dieron ganas de leer a Ernesto Sabato. Qué bien hablaba en las entrevistas ese señor, por cierto. Ojalá yo en la vejez pueda hablar y modular tan bien las palabras. Espero ser un viejito interesante. Estuve buscando un buen libro de filosofía. En YouTube encontré una reseña de un libro titulado "Historia de la Filosofía", del autor español Julián Marías. Cerca de 500 páginas que en serio voy a terminar de leer cuando pueda. No quiero ser un viejo del que la gente se canse.

Los gatos parecen estar apareándose. Yo estoy en el borde de una nube cargada de lágrimas de alegría. Tengo conmigo el pocillo que me regaló Oscar por mi cumpleaños. Tiene café hasta el borde. En la primera taza, el hombre toma café; en la segunda taza, el café toma café; en la tercera taza, el café toma al hombre. Por tanto, yo tomo café y el café también me toma. El café se despierta de tanto tomarme y comienza a hablar conmigo. Se llama Melitta. Me pregunta si le tengo miedo a las alturas, le respondo que sí. Me pregunta que cómo vamos a bajarnos de la nube, le digo que no tengo idea. Me mira con sus ojos de color café. Tiene pecas en el rostro y recién ahora me doy cuenta de que se ve bastante bien y que su aroma es delicioso. Le digo que tengo muchísimas ganas de tener una conversación sobre la vida. Entonces me pregunta quién soy. ¿Cómo que quién soy? Ciertamente, no sé cómo comenzar, porque no es como en las charlas en las que debo hablar sobre mis habilidades y experiencias laborales. Ahora puedo decir simplemente quién soy.

Definitivamente, los gatos están haciendo el amor. No sé si los gatos hacen el amor o solo tienen sexo. No sé si en su caso se dice "sexo" o solo "aparearse". ¿Por qué nosotros podemos tener sexo y ellos no? Nosotros también nos apareamos, ahora que pienso. Todo esto me hizo recordar que una vez hablé con una jovencita muy culta sobre el libro "Historia de la sexualidad" de Michel Foucault, autor que hoy ya no me parece nada interesante. El punto es que Melitta espera saber quién soy y me mira con mucha paz mientras pienso cómo empezar. Le pregunto si tiene tiempo y me dice que sí. Entonces le digo:

Según dicen, soy Milson De Jesús. Mamá cuenta que nací en Asunción, un 11 de marzo de 1997, y que en esa época hacía tanto frío que los propios días se arropaban en un débil sol que siempre era convencido para que se fuera con ellos hacia el horizonte. Cuentan que por eso los días duraban tan poco tiempo, porque se robaban al sol y huían cobardemente de ese invierno, que no parecía ser creado por Dios.

Según mamá, yo estuve cerca de no nacer, de nacer muerto, de haber conocido solo un lado de la existencia: el de la muerte. Pero quién sabe qué tratos hice con la vida ese martes 11 de marzo, o qué promesas hice, desesperado, entre la nada y la vida, ya que pudieron reanimarme y hacerme respirar ese aire que era frío como el hielo, sí, pero era vida. Eso me contaron. Desde entonces comencé a vivir meses, y luego años.

Recuerdo ese primer día de clases como si hubiera hecho el esfuerzo de no olvidarme; mamá me llevó a la Escuela Nro. 600 San José, subvencionada, y por el camino me explicaba acerca de esa nueva aventura, con la paciencia propia de una mujer que, bien sabe, está llevando de la mano aquella vida que por meses cuidó como si se tratara de una delicada planta floreciendo en ella misma. Pero ese niño, que yo era entonces, comenzó a esconderse lentamente, en silencio, a tal punto que en estos tiempos solamente se asoma desde el borde de mis ojos, como un travieso, para mirar el mundo que no quiso vivir. Ese niño, Milson, decidió despertarme demasiado temprano, con la excusa de que ya comenzaba a aburrirse de los juguetes y la televisión; me dijo que ahora yo también era Milson y que debía cuidar de mamá y papá, porque él era demasiado pequeño para encargarse de eso y que la vida se estaba poniendo muy difícil.  Milson se miraba al espejo y decía: "Mamá y papá se pelean todos los días y yo soy demasiado chiquito para arreglar todo este problema". "Milson, despertate, porque te necesito demasiado". "Crecé rápido, crecé pronto, porque papá es demasiado alto y no puedo atajarle cuando empuja la puerta y rompe las cosas". "Necesito que te hagas grande y fuerte, porque el mundo es enorme y yo soy muy pequeño".

Dicen que pasaron muchos años, tal vez haya sido así (nunca me puse a contar los días y menos los años). Mi sueño se cumplió y me hice grande y fuerte. Ahora yo enseño Teoría de la Comunicación I, soy Docente Investigador en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción y hago radio los sábados en Radio Nacional del Paraguay. No sé si sigo cumpliendo aquella promesa de vida que le hice a no sé quién, pero sigo cuidando de mi familia, como le prometí a Milson. Hoy yo sigo siendo el de entonces, estoy despierto, y respiro cada pedazo de aire que me es dado sin siquiera pedir; no sé hasta cuándo voy a ser yo mismo, porque en algún momento voy a quedar a la sombra de mi propio crecimiento, para despertar a no sé qué clase de buen hombre.

Cuentan que yo nací un 11 de marzo, y que los días se escondían del frío como ratones asustados; hoy los días no se esconden, y yo sigo animado por aquella reanimación que quizá los doctores hicieron, o la vida misma ante mi desesperada promesa de hacer no sé qué cosa. Dicen que soy Milson De Jesús… y yo estoy de acuerdo.

Estuve tan concentrado hablando sobre mí mismo... No sé por qué carajo a los seres humanos nos gusta tanto hablar de nosotros mismos o hablar tanto de los demás, cuando la vida es tan variada en sus formas y colores. Tantos temas por debatir, tantas ideas, tanta historia... y la gente viene a contarme chismes sobre otra gente. Me acabo de acordar de la película "La vida es bella". Qué película más hermosa y qué final tan triste. Roberto Benigni tiene aspecto de ser una gran persona. Me gustaría haber sido amigo de Guido. Creo que a veces soy tan alegre como él, pero sin tener un corazón tan noble. Bueno, el punto es que me concentré tanto que no me di cuenta de que Melitta ya no estaba ahí. No sé, se habrá aburrido. ¿Cómo se supone que pudo bajarse de la nube? Y encima me esforcé por hacer que el relato fuera entretenido. La verdad... me molesta mucho que la gente no tenga la capacidad de escuchar cuando nos toca hablar. Pienso que puedo escribir un libro sobre el arte de la conversación. Por Dios, qué difícil es conocer gente que sepa conversar y que tenga buen corazón.

Ahora que me doy cuenta, la canción va por el minuto 7, lo que significa que estaba en bucle y que por lo tanto me pasé escribiendo tonterías en lugar de dormir. Además, no tengo ni la menor idea de cómo puedo bajarme de esta nube. Me preocupa que esta nube se haya movido bien lejos de casa. Me pregunto si puedo dormir acá mismo. Mamá se va a preocupar si amanece y ve que no estoy en casa. Tengo las hojas que escribí, veo que es bastante. Al bajarme tengo que transcribir al menos la mitad. No pienso corregir nada. Voy a publicarlo así como está.

En fin, voy a dormir acá mismo y cuando me despierte veré cómo bajarme y explicarle todo a mamá. Desde acá veo más o menos el techo de casa, lo que signifca que esta es una rara nube estática. Los gatos se cansaron y los perros dejaron de ladrar. Es bastante curioso cómo cuando comencé a escribir esta prosa, estaba escuchando animales y ahora estoy durmiendo en las nubes, como si en 1971 hubiera encontrado una Escalera al cielo.

Milson De Jesús Godoy Caballero

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